De forma discreta, ajena a las batallas de "gallos" y "pollitos", Ana Iglesias fue ganando puntos en cada programa de 'MasterChef 8' hasta conseguir ganarlo en la noche del lunes. El confinamiento, extendido por la pandemia para los concursantes, fue decisivo porque le ayudó a relajarse, "practicar mucho y coger fuerzas".

Esta empresaria madrileña de 24 años, que hace cuatro emprendió su propio negocio -el taller de complementos Dos Primeras, cuyas creaciones ha lucido en cada programa- se impuso en la final a Andy García e Iván Mariñas, cerrando una edición atípica en los ocho años de trayectoria de "MasterChef", ya que el estado de alarma paralizó la grabación y alargó el confinamiento de los concursantes, que tuvieron que convivir en una casa cuatro meses.Confinados desde enero

"Estar lejos de la familia tanto tiempo ha sido muy duro. Nosotros llevábamos confinados mucho más tiempo que el resto del país porque entramos en enero, pero he de decir que me vino genial, me relajé y cogí fuerzas. Me pasaba todo el día practicando y nos ayudamos los unos a los otros", dice en una entrevista con Efe.

En ese tiempo también aprendió "muchísimo de psicología" al convivir con "muchos perfiles diferentes". "Soy otra persona, he aprendido de la vida, sobre confianza y convivencia; me ha mejorado muchísimo y he avanzado cuatro años en cuatro meses", asegura.

Cuenta que todos los concursantes fueron "perfectamente conscientes" de los efectos de la pandemia, ya que desde la productora, Shine Iberia, les informaron de la situación y les permitieron hablar con familiares, parejas y amigos.

Además del título de ganadora, Ana Iglesias publicará la semana próxima con Espasa su propio recetario, hará un máster en Cocina, Técnica y Producto en el Basque Culinary Center (BCC) de San Sebastián, la receta de su pichón a baja temperatura con cremoso de sus interiores, setas y puré de cerezas estará en la carta del restaurante MasterChef (Madrid) e invertirá los 100.000 euros del premio "o en formación de cocina o en un proyecto culinario".

Pero, aunque le "encantaría" dedicarse a la cocina, tiene claro que lo compaginaría con su empresa de joyería y complementos. "No tengo ni idea de si abriré un restaurante, pero no me gusta empezar la casa por el tejado. Primero voy al BCC a formarme y ya veré", dice.

La ganadora, a quien le "chifla" Martín Berasategui -el cocinero de habla hispana más laureado, con doce estrellas Michelin- pero también el televisivo Jamie Oliver, incluso se ve conduciendo su propio programa de cocina, ya que es ávida espectadora de "todos" los programas de Canal Cocina.

Sobre las críticas al programa por su deriva más hacia el espectáculo que a la cocina, opina que ya hay "muchísimos espacios solo de cocina, pero a la gente le gusta también la experiencia de conocer a la persona, de encariñarse con alguien que sea especial no sólo por lo que cocina; pecan de criticar pero quieren encariñarse".

Aunque no duda en calificar como "metedura de pata" el momento más polémico de esta octava edición: la decisión de Saray de servir al jurado una perdiz sin desplumar. "Cada uno hace su programa y es dueño de sus actos".

Ella misma se llevó alguna que otra reprimenda de los jueces y no por sus platos. Aconsejar a sus compañeros desde la barandilla les valió, a ella y a Luna, ponerse los delantales negros cuando ya estaban salvadas. "Pequé un poco de tonta, quería ayudarles, pero fui una bocazas. Es que Luna y yo somos unas cotorras", confiesa entre risas.

No obstante, se siente "súper agradecida" por las "críticas constructivas" del jurado, que fueron confirmando plato a plato su progresión en la cocina. "Pero yo no me vi ganadora hasta la valoración de los jueces en la final. Siempre tiendo a pensar que suspendo el examen pero luego saco buena nota", reconoce.

Tanta, que su pichón fue calificado por Joan Roca, del triestrellado El Celler de Can Roca (Girona) y cocinero invitado a evaluar en la prueba final como "un plato tres estrellas Michelin". "Era inimaginable, no lo hubiera conseguido antes de 'MasterChef'".

Confiesa, sin embargo, que no va a comer a restaurantes con estos galardones, sino a "sitios asequibles, que tengan buen ambiente y se coma bien".

Con la proclamación como vencedora de esta joven risueña y discreta se cierra una edición con gran éxito de audiencia para el programa. La final del lunes, con algo más de tres millones de espectadores, logró la mayor cuota (30,3 %) desde 2013, el mejor dato en cuota desde la primera edición y fue la más vista desde 2017, según los datos de La 1.

Sus trece entregas promediaron 2.910.000 espectadores y 22,8 % de cuota de pantalla, "récord" de todas las ediciones.