Casi al mismo tiempo, con apenas unas horas de diferencia entre el domingo y el lunes, y a la voz de ya, en casa se oyó aquello de... Se abren las puertas de La Zarzuela para recibir el autobús de ministros y ministras que entran en la academia regentada por el doctor Pedro Sánchez, bajo la mirada atenta del rey Felipe VI.

Y se abren las puertas de la academia de Operación Triunfo dirigida por Noemí Galera para recibir la nueva patulea de aspirantes al más brillante de los olvidos después de pasar semanas y muchas semanas en La 1 con un chorreo de galas presentadas por Roberto Leal que nos volverá locos, pero locos de atar.

Y si me apuran apunto otras puertas, las puertas de la cosa esa del feminismo radical para recibir a Isabel Díaz Ayuso, nueva heroína del feminazismo dejándose ver con el pelo suelto en un campo de fútbol saudí en la Supercopa. Me meo. Abro paréntesis. ¿Supercopa de España, jugándosela Real Madrid y Atlético según leo, en Arabia Saudí? Sin saber mucho de esto, intuyo que poderoso caballero es don dinero.

La noche del domingo, luchando contra el bostezo y el hastío, tratando de animarme con la perenne sonrisa de Roberto Leal, y de no asustarme con la imagen terrible de Nina -¿quién la maquilló así, quién la peinó así, quién la vistió así?-, el domingo traté de ver con normalidad la desparramada llorera de los que no entraban a la academia y la de los que entraban "para dar lo mejor de mí", incluso procuré no agriarme mucho con el baile de los chicos que ponen la mano como cogiéndose el paquete, flexionan las rodillas, y colocan los dedos así, como si el reúma se los retorciera.

Gobierno y academia de OT ya están en marcha. Todo rápido, simple, y sin dolor. Claro que el dolor viene después.