Opinión | A babor

Regeneración y/o fango

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez / Eduardo Parra - Europa Press

Después de cinco días de contrita reflexión sobre las maldades del mundo, Pedro Sánchez lleva ya dos jornadas instalado en una efervescencia muy poco convincente. Es cierto que logró sin mucha dificultad que los suyos se movilizaran para defenderle, pero no parece que eso haya dado un vuelco a la situación política española. 12.000 afiliados más 3.000 periodistas entusiastas y un puñado de actores y culturos de los más guerreros, además de las masas enfervorizadas pero escasas que se concentraron frente al Consejo General del Poder Judicial, no parecen motivo suficiente para que todo un presidente decidiera regresar al patio de Monipodio donde imperan y conspiran habitantes del fango y otras perversas fachosidades.

En verdad, Sánchez no necesitaba a las masas, más bien son las masas las que precisan de él como vehículo y también excusa para empoderar sus miedos y frustraciones. Después de cinco días con los afectos implorando al cielo para que no permitiera la autoinmolación anunciada, el propio Sánchez volvió del desierto monclovita con las nuevas tablas de la Ley, un compromiso con la izquierda para regenerar la vida política española y acabar con el fango que todo lo embarra, y que estos días había empezado a colarse subrepticiamente bajo el colchón presidencial. Hasta que él decidió pararlo y convirtió el asunto en noticia de primera en todos los tabloides del mundo.

Sánchez no ha aclarado exactamente en qué consiste su plan para la regeneración democrática, que parece que preparó en el retiro de Moncloa, pero del que no soltó prenda ni siquiera en la comparecencia pregrabada de las doce de la tarde (perdón, de las once de la mañana), con la que el presidente cerró la crisis de los cinco días con todas sus noches.

Se trata sin duda éste de la regeneración democrática –que será ejemplo para el mundo– del único relato que surge tras la profunda meditación, durmiendo poco y comiendo poco, de su reflexivo descanso de cinco días. La idea central del relato es, pues, la de enfrentarse a «la máquina del fango», y salvar así la democracia de sus males. ¿Como se hace eso? Primero hay que trabajarse una posible ley antilibelo que le reclamaban desde la noche de los tiempos los podemitas, para acabar con las voces más críticas. Segundo, rematar con otra ley, esta que regule qué medios pueden ser comprados por el poder político y cuáles no, por ser pseudomedios. Sánchez califica de pseudomedios a los periódicos digitales, especialmente a El Confidencial, que señaló a su señora, saludado hace unos años por el propio Sánchez como la apuesta de un grupo de periodistas decentes, contrarios al anquilosamiento del poder omnímodo de Prisa. Los pseudomedios de ahora son los heroicos defensores de la libertad de antes y –viceversa–, El País felipista y proPP hace siete años, defensor de dar a Rajoy la oportunidad de gobernar, ha mutado hoy en la quintaesencia del periodismo fetén. Medios de antes, medios de ahora, siempre la recurrente obsesión de controlar todo lo que opine. Esa es una de las patas de la regeneración. Y la otra cambiar la ley para poder renovar el Poder Judicial por mayoría absoluta, sin necesidad de contar para ello con el acuerdo o consenso del PP, como establece la Constitución. Sánchez ya lo intentó en 2021, pero puso el freno cuando la Comisión Europea le afeó el intento. Ahora cuenta con el apoyo de viceYolanda, decidida partidaria del control absoluto de los jueces. Eso y acabar con el lawfare, que el propio Sánchez lleva padeciendo desde antes de que supiéramos que existía, y desde antes de que fuera cosa de jueves, porque lo que denuncia –ser vigilado por la policía patriótica de Villarejo– no es cosa de jueces. Es más bien espionaje policial. Pero todo vale cuando se trata de regenerar la democracia y el país.

Que por fin sabemos de qué va esto de la regeneración. Va de acabar con cualquier contrapoder que pueda obstaculizar el poder absoluto que Sánchez reclama. Sánchez controla ya el Ejecutivo, y el Legislativo, gracias a esos pactos que dijo que nunca se producirían. Y lo controla a modo, pero no le basta. Va también a por el poder judicial y a por los medios –el cuarto poder–, para que no le rechiste ni Dios. Ese es el fondo de la cuestión y el verdadero relato. Le empezó a preocupar el fango cuando le salpicó a él. Lo demás es ruido, o música, según suene a cada cual. La máquina del fango es una industria nacional, y como pasa en Telefónica, casi todo el mundo tiene algunas acciones. Sánchez hace ya años que cobra buenos dividendos de Fango S.A.

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