Opinión | El recorte

Canarias, en la trampa

Un centro de salud vacío durante la pandemia de coronavirus en Canarias.

Un centro de salud vacío durante la pandemia de coronavirus en Canarias. / Andrés Gutiérrez

La mayoría de los gobiernos europeos, aterrorizados por el coronavirus, encerraron a sus ciudadanos en sus casas y pararon en seco sus economías productivas. Luego, para arreglar el estropicio aprobaron un gasto extraordinario por importe de más de dos billones y medio de euros –con b de burros– que ya hemos empezado a pagar todos los ciudadanos con una inflación galopante. Primero nos asfixiaron y luego nos dieron aire fabricado con nuestro sudor fiscal.

Los efectos de la inflación en los costos del transporte son brutales para un país ultraperiférico como el nuestro que depende del exterior para sus suministros. El primer año de la pandemia el valor de nuestras importaciones aumentó en más de un 40% pero no porque nos diera por comprar más, sino porque el precio de lo que compramos se disparó y el precio del transporte hasta las islas también. El año pasado, por ejemplo, importamos mercancías por valor de 22 mil millones de euros, seis mil millones más que antes de la pandemia.

Los que hoy gobiernan, cuando estaban en la oposición, dijeron que bajarían el IGIC que es el impuesto que grava el consumo en las islas. Ahora no lo bajan ni de coña. Los que gobernaban antes que ellos se negaron en redondo a bajarlo. Ahora, que están en la oposición, no hacen más que gritar que lo bajen. Ya ven ustedes lo serio que es todo esto.

Quitando estos juegos de trileros, Canarias se encuentra en una trampa. A la sombra de la Autonomía se ha creado un potente sector público que consume cada año más recursos fiscales. En los peores años de la crisis económica causada por la pandemia, las plantillas públicas no pararon de crecer. Más de doscientas mil personas trabajan hoy para las administraciones en Canarias ¿Cómo se mantienen? Pues por los impuestos que pagamos los canarios y por las transferencias del Estado para servicios públicos cedidos. El esfuerzo fiscal de los isleños, con los años, ha crecido muy por encima del aumento de las transferencias del Estado, pero aún así, entre seis y siete mil millones nos siguen llegando de fuera.

Ahora, eso que llamamos España está derivando hacia una federación autonómica de egoísmos donde todos los territorios quieren que el dinero que pagan sus ciudadanos se quede en casa. El trasvase de renta desde las comunidades prósperas hacia las más pobres se está secando. Ya pasa con País Vasco y Navarra, dos de los territorios más ricos del Estado que son los que menos contribuyen. Ahora se quiere sumar a la fiesta Cataluña. Y el actual Gobierno, débil y prisionero de sus alianzas con esas dos comunidades, no puede tocar el Sistema de Financiación Autonómica.

La pinta que tiene esto, ahora mismo, es que habrá menos dinero a repartir y que Canarias va a recibir cada vez menos financiación para sus cada vez mayores necesidades. Dicho mal y pronto: más vale que nos vayamos planteando que hay que aprender a vivir del resultado de nuestro propio esfuerzo. Y eso solo tiene tres caminos: un crecimiento económico extraordinario, que se reduzca el actual coste de la administración pública o que nos hagan pagar aún más impuestos. Ustedes, que son listos, elijan lo que crean que va a pasar.

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