Los objetivos, poner de manifiesto el paulatino empoderamiento de la mujer en la sociedad actual, pueden ser loables y estimulantes, pero eso no es suficiente para cargar de entidad a Los ángeles de Charlie, una película que fue fruto de una serie de TV que se emitió en la pequeña pantalla entre 1976 y 1981, que deja mucho que desear y que hay que definir como un evidente traspiés.

Y eso sí, es más que probable, hasta donde alcanza la memoria, que esté también por debajo de los desastrosos niveles de los dos largometrajes que osaron instalarse en las salas de cine, estrenados en 2000 y 2003 y dirigidos por McG. Fue un vano intento de resurgir de sus propias cenizas. Pues bien, el propósito de resucitar a estos ángeles encantadores, que retoman ingredientes de agentes masculinos, desde Janes Bond hasta Jason Burney, solo logra salir mínimamente airoso cuando se recurre a un discutible sentido del humor. Lo que queda claro tras sentir el agravio de las dos horas de metraje de la cinta es que el futuro de una hipotética nueva saga es, en el más optimista de los casos, más que dudoso.

La realidad con la que nos enfrentamos es que Elizabeth Banks, la verdadera responsable de la franquicia en su calidad de productora, directora, guionista y protagonista, no ha pulsado las teclas idóneas para que las imágenes, por lo menos, lleguen a entretener. Realizadora previa de un único largometraje, Dando la nota. Aún más alto, su ópera prima era, desde luego, más interesante. Ambientada en ciudades del atractivo de Berlín, Londres y, sobre todo, Estambul, nos convierte en testigos de las operaciones de estos tres ángeles de Charlie que han abandonado sus compromisos con entidades oficiales para transformarse en agentes privadas. Así las cosas, Banks se convierte en un Busley que se ha erigido en líder de una nueva generación de agentes femeninos que nada tiene que envidiar a sus colegas del otro sexo, ni en su agilidad ni en su poder de convicción físico o psíquico. A su lado, como fieles compañeras, se mueven Kristen Stewart, Naomi Scott y Ella Balinska.