Calificación: *** País: España, 2019. Director: Gracia Querejeta. Guion: Santos Mercero y G. Querejeta. Fotografía: Juan Carlos Gómez. Música: Federico Jusid. Intérpretes: Emma Suarez, Adriana Ozores, Natalie Poza, Blanca Portillo, Fernando Cayo, Paqui Horcajo, Pedro Casablanc y Carlos Olaya. Duración: 84 minutos.

Se sostiene siempre en pie gracias, por un lado a la magnífica labor de las tres protagonistas, unas Emma Suárez, Adriana Ozores y Natalia Poza que han asumido en toda su dimensión unos personajes que son una clara representación de la mujer de aquí y de ahora y, por otro, por la eficaz y loable realización de Gracia Querejeta.

Con semejantes aciertos un trío de actrices de tal magnitud brilla con luz propia y con plena conciencia, sabiendo a qué atenerse cuando las circunstancias y las enormes diferencias las separan y hasta las enfrentan.

Por su parte, la directora, una de las más interesantes de nuestro cine, trabajando sobre un guión propio en colaboración con Santos Mercero, ha sabido en todo momento encontrar el punto idóneo para que las reacciones, los diálogos y la forma de encajar los desacuerdos adquieran esa naturalidad que es su principal patrimonio.

Por eso, a pesar de que no estamos ante la mejor película del autor, un mérito que puede corresponder a 'El último viaje de Robert Ryland', 'Héctor' y 'Siete mesas de billar francés', sí es la más personal y la que se acerca a su intimidad con mayor convicción.

Lo que nos ofrece 'Invisibles' antes que nada es el retrato de Julia, Elsa y Amelia, tres mujeres que solo tiene en común el que están entrando en los cincuenta, aunque lo hagan no precisamente con ilusión. De hecho se consideran invisibles porque ya nadie las mira y porque no tienen nada que llame la atención de los hombres.

Es por eso que desde hace tiempo se reúnen todos los jueves para dar un largo paseo en el que se cuentan todas esas cosas que dan sentido a sus vidas, sobre todo las relacionadas con el sexo, con su trabajo y con sus problemas. Es la forma de compensar en teoría las frustraciones de su existencia cotidiana.

A pesar de que el material humano que evidencia la cinta tiene un sentido claramente dramático, el factor que más sobresale es ese toque de humor que irradia buena parte de la proyección, inundando con verdadera inspiración los mejores momentos de unas conversaciones que no tienen desperdicio. Es una solución encomiable que llenan de sabor los escasos 84 minutos de largometraje.