No atraviesa el director francés Luc Besson el mejor momento de su innegable creatividad y esta revisión de un prototipo femenino que él mismo diseñó en 1992 para su película ‘Nikita’ se convierte casi de la noche en la mañana en una máquina de matar enemigos.

Los factores más negativos de un proyecto como éste residen en esa tendencia inequívoca e inevitable a desvirtuar sus personajes y a transformarlos en tipos absolutamente fuera de órbita.

Ese es el proceso por el que pasa la protagonista, Anna Poliatova, una joven rusa que vende las celebras matrioscas en un mercadillo y que comprueba como se transforma su vida cuando acepta la oferta que se le hace desde instancias parisinas para erigirse en una admirada modelo.

Naturalmente, nos encontramos ante la habitual trampa destinada a reclutar modelos de alta costura que, en realidad, son escogidas como cebos para configurar una mujer con infinita capacidad de matar.

De hecho, Anna será una víctima más de este comercio degradado en el inmejorable escenario de una guerra fría que se mueve de forma caprichosa entre los años setenta y noventa, con una guerra evidente, aunque no declarada, del FBI y de los servicios secretos de la Unión Soviética. Es precisamente en este marco en el que Susha se transforma en un instrumento represivo de primer orden que hacen de ella una demoledora exterminadora de contrincantes.

Por lo demás, la cinta es tan gratuita como inverosímil y tampoco se vale de la baza de un humor negro que podía haber dado de sí, sobre todo teniendo en cuenta la presencia de actores como Luke Evans, Cillian Murphy y la ganadora del Oscar Helen Mirren. En cuanto a la actriz Sasha Lukas , que encarna a Anna, sus dotes para hacer frente al enemigo en todos los ámbitos están plenamente justificadas y, además, carece de prejuicios sexuales