" El precio es un texto brutal". Así de contundente es Gonzalo de Castro al hablar de su último trabajo teatral. El actor madrileño sube a escena con la obra escrita por Arthur Miller y que, explica el artista, "es un oportunidad estupenda para conocer al autor". Tres décadas de carrera y este fin de semana será la primera vez que De Castro actúe en un teatro tinerfeño, así que no puede evitar invitar a todo el mundo para que asista a las dos funciones de esta propuesta escénica: "Esto es como el Gordo de Navidad; vaya usted a comprar su ticket porque se acaban los números y parece que los Reyes Magos han llegado antes de tiempo este año. Somos algo que vale mucho la pena ver".

Cualquier ocasión es buena para defender el teatro y el actor de El precio sostiene este medio "es un comunicador extraordinario y, en este caso, ofrecemos una función emotiva y muy dura, pero una función real". Gonzalo de Castro anima a los que aún no tienen su entrada para acudir al Teatro Guimerá este fin de semana, para que se atrevan con este texto que "hace que el espectador se mire ante el espejo y salga con una reflexión madura, inteligente y brillante". "Tenemos dos días nada más para mostrar algo que es realmente de primerísimo orden, muy actual", adelanta.

El precio es una obra escrita en 1968 pero cuyo argumento está de plena vigencia.

Este texto es de los últimos de Miller, lo escribió muy avanzada su carrera, y tiene tanta vigencia que el espectador puede ver que lo que contamos ocurre en todas y cada una de las familias. El conflicto que se plantea en la función es una excusa para hablar de las decisiones que uno toma en la vida. En este caso, ese conflicto es de dos hermanos que terminan reprochándose qué decidió cada uno, qué hizo y qué dejó de hacer para que la vida los lleve a un lugar y a un determinado momento tras la muerte de su padre.

¿Cómo se enfrenta un actor al texto de una obra premiada con un Tony?

Ha sido como todos los papeles. La gloria fue para Miller y ahora nosotros tenemos la responsabilidad de mantener su palabra, el texto íntegro gracias a una traducción extraordinaria. Además, contamos con una directora brillante. Nosotros salimos al escenario defendiendo un texto y un teatro con mayúsculas, de un autor universal y eso es un placer.

Y llegan, nada más y nada menos, que para ofrecer dos funciones en Tenerife.

Llevo 30 años de oficio y he ido mucho a Gran Canaria pero a Tenerife no he ido nunca con el teatro. Estoy muy feliz porque además tengo dos hermanos en la Isla y aprovecho el viaje. Estoy contento porque creo que es de justicia que el público tinerfeño tenga la posibilidad de acceder a un texto como el que llevamos nosotros. Es una obra muy potente y no se puede quedar solo en la Península. Espero que la gente llene el teatro porque esto es como un meteorito: el que no lo vea pasar, se lo pierde. Son textos que ya no se montan porque tienen una complejidad, porque exigen una escenografía determinada y porque apostamos por un teatro de calidad. Creo que a veces no llega hasta Canarias todo lo que debería llegar.

La directora Sílvia Munt comenta de esta obra que su argumento demuestra que "los seres humanos no hemos aprendido nada".

Absolutamente. Ese dicho de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra es verdad. Creo que la condición humana va muy por detrás de lo que debería como la sociedad que somos. Nos encontramos ahora en este planeta de los simios tan raro y Miller pone el acento en algo que es tan universal como la familia, la herencia, los sentimientos, el abandono? Son cosas que ocurren en todas las civilizaciones y sigue siendo igual de dramático. La familia es un invento terrorífico y Arthur Miller pone a los personajes en una situación límite, recordando que cada uno ha de ser responsable de sus actos, hasta el final de sus días.

Esta obra plantea preguntas tan complicadas de responder como cuál es el precio de la libertad o cuál es el precio de la vida. ¿Sabría usted responder a esas cuestiones después de interpretar este texto?

Cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre. Lo que sí es cierto es que interpretar estos papeles no nos hace mejores personas ni nos permite conocer todas las respuestas. Lo más que podemos hacer es defender la historia y comunicarla al público de la mejor manera posible. Yo sigo caminando mi vida y, ya incluso antes de enfrentarme a este papel, me di cuenta de que la vida iba en serio, como decía el poeta. Cada uno va remando en un río y llegamos a unas playas y al final cada uno se pierde como quiere.

Interpreta a Walter, uno de los dos hermanos protagonistas. Y ambos entre sí son muy diferentes. ¿Se identifica más con uno que con otro?

Entiendo muy bien a los dos. Me toca defender a Walter que personifica el coraje que supone anteponer tus intereses por delante de ciertas cosas. Tuvo el coraje de irse de su casa, de soñar y de jugársela, de salir a buscarse la vida. Víctor no. El personaje que interpreta mi queridísimo Tristán Ulloa es un perfil más conservador y cree que tiene una misión que es que su vida es quedarse donde está. Cada uno defiende su territorio y Walter, que es el que se marchó y el que tuvo éxito, entre comillas, descubre que todo se paga. Tuvo que abandonar a su familia para lograr sus sueños y eso es tan legítimo como la otra postura. El problema es que cuando llega la muerte de un padre saltan preguntas y salen trapos sucios. Por todo eso es muy interesante la función, porque te pone en contacto con unos sentimientos que son muy reales, vivas en Tenerife o vivas en Canadá.

La directora de la obra define El precio como "una autopsia emocional". ¿Es precisamente por todas esas caras del ser humano que muestra?

Sí, es muy buena metáfora. Eso también lo vemos en el personaje de Elisabet Gelabert, que interpreta a una mujer a la deriva, que sacrificó su vida y sus sueños y ahogó sus penas en alcohol porque su mundo no fue como ella se lo esperaba. Todo eso está muy bien pintado y por eso es una autopsia de cada uno. Todos se terminan abriendo en canal y sacando toda la artillería que tienen.